Fue genial cuando merodeaba por Hogwarts bajo una capa invisible. O aquella vez que planeamos el crimen perfecto al calor de unos cigarrillos, o cuando buscamos la pista del autor de un libro perdido en el tiempo por las calles de Barcelona. Y todos esos viajes a la troposfera, lugar de la mente donde conviven los dioses de las más extrañas
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